
No eres tu, soy yo. Gracias.
La vida nos ofrece continuamente experiencias para crecer y expandir nuestra conciencia, para ser cada día más conscientes. Estas experiencias vienen en forma de relaciones en muchas ocasiones. Relaciones con nuestra pareja, hijos/as, padre, madre, familia, amigos, jefa/e, compañeros/as de trabajo, etc. Dependiendo de cómo vivimos estas experiencias, de hacia dónde va nuestra mirada cada vez que nos relacionamos con ellos y ellas, podemos ver una oportunidad para crecer y expandirnos, es decir, como un regalo, o podemos rechazar a la otra persona, criticarla, juzgarla, cambiarla, para así dejar de sentir eso tan molesto que sentimos cada vez que interaccionamos con ella. Llegamos a considerar a esa personas como «tóxica» en nuestra vida y bien la alejamos de nuestro lado por su toxicidad o bien la damos un ultimátum para que cambie, porque así no podemos vivir con ella. Dejando así de ver y recibir, aunque nos parezca imposible, el regalo tan maravilloso que trae consigo.
Toda persona que aparece en nuestra vida, nos muestra algo de nosotros/as. Cuando nos encanta su presencia, estar con esa persona, cuando lo que sentimos a su lado nos conecta con el bienestar, con estados de alta frecuencia como el amor, el entusiasmo, la alegría, la serenidad, la belleza, etc, esa persona es tan sólo un canal para que tomes conciencia de que aquello que te encanta, que admiras de ella, está dentro de ti, preparado para florecer, en potencia, para cuando tú decidas activarlo, conectar con ello.
Cuando lo que sentimos es rechazo hacia la otra persona, porque no nos gusta aquello que vemos en ella, eso, también pide ser acogido por ti. Las personas nos muestran aquello que no vemos en nosotros/as. Aquello que rechazamos de nosotros/as porque lo juzgamos como malo, negativo.Rechazamos de los demás aquello que tenemos y no aceptamos de nosotros/as. Sólo cuando desde la humildad, abriéndonos a nuestra vulnerabilidad, cambiamos la mirada, sacamos a esa persona de nuestra ecuación y nos preguntamos: ¿qué hay aquí para mí? sólo entonces, la atención y la energía cambian de dirección, el dedo que señala al otro/a gira 180 grados y se convierte en una llave que abre la puerta a nuestro interior y es entonces cuando comienza ese viaje hacia una misma/o y puede surgir la magia de la transformación interior.
Este primer paso, ese giro en la dirección de mi dedo es no sólo el primer paso, para mí es «el paso».
Ese cambio de mirada supone pasar de ser una víctima donde todo lo que te sucede, todo lo que sientes es «por culpa» de los demás (de tu pareja que nunca te dice que te quiere y eso no es amor, de tu hijo/a que es un vago/a y eso no puedes con ello, de tu compañera de trabajo que es una desordenada, con lo ordenada que eres tú, de tu jefa o jefe que has llegado a la conclusión de que es tóxico y sea como sea tienes que salir de ese trabajo…etc), a pasar a responsabilizarte de eso que sientes, asumir que estas personas tan sólo te están mostrando que eso que rechazas está en ti pero no eres capaz de ver, asumir, integrar, precisamente porque lo estás juzgando en ellos/as. Cuando paras, te preguntas qué hay ahí para ti, te quedas contigo, con lo que sientes, lo acoges sin reaccionar a ello, sin querer evitarlo ni quitártelo de encima, entonces, comienza un camino de descubrimiento interior, de empoderamiento, de madurez.
Cuando haces este viaje, estás dejando a un lado ese papel de víctima, te estás convirtiendo en una personas responsable de su energía emocional, madura, coherente. Y cuando transitamos por todos esos estados emocionales y nos permitimos acogerlos sin juicio, estamos haciéndonos un regalo: el regalo de atendernos, escucharnos, amarnos. Y es de ahí dónde surge el amor y la comprensión a nosotros/as mismas y después, el amor y comprensión a los demás. Y desde aquí sí que podemos ver a los demás como auténticos regalos, desde aquí sentiremos una gratitud infinita hacia ellos y ellas por estar en nuestra vida, aunque en un principio el papel en el que viene envuelto el regalo no nos guste nada de nada.
Es posible que en ese momento quieras comprenderlo todo, tu mente se ponga a analizar, a querer entender por qué, para qué, que tengo que ver de mí…y no es el momento. La respuesta llegará cuando sea el momento, a través de canales que ni te imaginas, confía, suelta, llegará.
Ahora sólo siente, acoge, observa, transita.
A veces, para ver esto tenemos que tomar distancia, pedir ayuda a otras personas que nos ayuden a ver aquello que entendemos como un problema. Pero es muy diferente hacer esto siendo conscientes de que no me alejo o tomo distancia porque la otra persona sea tóxica y me hace daño, sino porque me está mostrando algo de mí que en ese momento no estoy viendo. Alejarte desde esa idea de toxicidad del otro/a es seguir en tu papel de víctima y seguirán apareciendo en tu vida personas que te muestren lo mismo, hasta que lo veas; esto es muy diferente de distanciarte para «verte» asumiendo que el otro/a sólo es un actor, actriz que está haciendo ese papel para que tú te veas, ames algo de ti que estás rechazando, lo integres; eso es liderazgo, responsabilidad, madurez. Y sólo cuando «se ve, se va«.
¿Qué regalo, verdad?
«Todo lo que te molesta de otros seres es sólo una proyección de lo que no has resuelto de ti mismo» Buda
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