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De la queja a la madurez_Julia de Miguel

Hace unos días, en este proceso de mirar hacia dentro, de observa(te) para verte, me día cuenta de algo que no me gustó nada en un principio, pero que luego, cuando lo ves con calma, cuando eres capaz de quitar el juicio y la carga a ese momento de lucidez, sólo puedes dar las gracias por haberlo visto. ¿Sabes de qué fui consciente? de que no quiero madurar, de que da vértigo hacerlo. 

Madurar significa asumir la responsabilidad de tu vida, en todos los sentidos. Y esto implica tantas cosas…ante todo, dejar de vivir pidiendo, exigiendo, esperando que lo de fuera cambie tu realidad. Y es precisamente la realidad la que te está dando la respuesta de cómo es tu grado de madurez. Creo sinceramente que vivimos en un mundo inmaduro, donde en vez de asumir la responsabilidad, vivimos echando balones fuera.

Yo por ejemplo, he sido consciente de lo presente que está en mí la queja. Y la queja es inmadurez, es no asumir tu realidad, creer que «te mereces» otro cosa diferente. He visto en mí la niña caprichosa que quiere que las cosas sean de otra forma, que tiene en su biología  programas de exigencia, de necesidad…y por eso nos frustramos tanto cuando no conseguimos lo que queremos.

La frustración viene por no querer asumir las consecuencias de hacer las cosas para cubrir necesidades como la valoración, el reconocimiento, la atención…cada vez que nos quejamos porque no nos gusta lo que tenemos o somos (y en este saco hay tanto que meter: no me gusta mi cuerpo, mi casa, mi trabajo, mi jefa, el carácter de mi hijo, la profesora que tiene mi hija, el tiempo lluvioso o el mucho calor, el coche, mi cuenta del banco, las vacaciones de este año o la falta de vacaciones porque tengo que cuidar de un familiar, la situación política, social, cómo se gestiona mi ciudad o pueblo…) queja, queja, queja…que trae siempre juicio, inconformismo, falta de aceptación de nuestra realidad. Y para qué nos quejarmos, para que nos atiendan, para ver si alguien me escucha y hace lo que yo quiero, cambia lo que no me gusta, en definitiva, para no asumir mi responsabilidad.

Y asumir tu responsabilidad no es sinónimo, que en muchas ocasiones lo vemos así, de culpabilidad. La culpa es una emoción manipuladora, que hay que ver, observar y dejar ahí. La responsabilidad es la capacidad de respuesta. Somos responsables de qué hacemos con nuestra energía. Si nuestra atención y foco (en consecuencia, tu energía) está en la queja, en la frustración, en la falta de aceptación de lo que Es, en la rabieta de niña/o pequeño (que de estas tenemos…al menos yo), en el «no quiero, no me gusta», pues ahora me enfado, me siento ofendida/o…si tu energía (la única que tienes, recuerda que ésta, ni se crea ni se destruye, sólo se transforma) la tienes aquí, en tratar de cambiar lo de fuera, sin ir más allá y ver o al menos preguntarte para qué sucede esto, cual es la función de que esta realidad se de…(y siempre hay un para qué expansivo, más allá de lo que ese ego pequeño, inmaduro, limitado cree) ya no te quedará energía para enfocarte en esos proyectos que te entusiasman, en aquello que te apasiona, en tener ideas creativas que hagan de este un mundo mucho más expansivo, feliz. 

Queremos que los demás hagan aquello que nosotros a veces no somos capaces de hacer. Y no son las acciones grandes las que cambian el mundo. Es tu pequeña gota más la suma de otra gota y otra y otra la que puede crear un inmenso océano. Cada gota suma, es necesaria, es imprescindible. ¿Dónde pones tu energía? ¿En qué estás enfocada?

Yo reconozco que hasta ahora no he querido madurar (te suena eso de «disfruta ahora que eres pequeña, que ya sufrirás cuando seas mayor…pues no tiene porqué ser así) porque para mí «ser mayor», madurar, era sinónimo de sufrimiento. Ahora que soy consciente de que no tiene que ser así, si entiendes que todo lo que sucede es perfecto porque tiene una función, está ahí para que vayas más allá de los ojos humanos, para que lo mires con el corazón y sólo desde ahí, con madurez, responsabilidad, humildad y aceptación (que no resignación, ojo) podrás trascenderlo.

Sólo podemos transcender aquello que amamos. Por eso, la realidad sólo cambiará cuando aquello que nos sucede podemos verlo con ojos de aceptación, humildad, gratitud y amor. Y desde esta mirada no hay espacio para los juicios, la crítica, la «quejorrea», la inmadurez.

Esta es la mirada de la madurez. Y estarás conmigo, este mundo más que nunca, necesita de personas humildes, maduras, responsables.

Te invito a desterrar de tu vida la queja, a dejar de echar balones fuera (se llamen como se llamen), a asumir tu responsabilidad, a comenzar a vivir con madurez.

Yo me comprometo a ello, a activar mi Julia adulta cada mañana y poner atención en dónde estoy poniendo mi atención, mi foco, mi energía.

Sé que soy una gota pequeñita en medio del océano…se que SOY y con eso me basta para asumir mi responsabilidad y vivir con madurez.

 

2 Comentarios

  1. Elizabeth Esquitin junio 27, 2018

    Hola Julia,
    Me gusta mucho tu trabajo, desde hace tiempo que te sigo, charlas, radio y redes, me gustaría un día tomarme un café contigo, lo hemos hablado por teléfono alguna vez, pero no coincidimos.
    Trabajamos en la misma línea, aso que sería interesante hacer alguna colaboración.
    Ahora no encuentro tu mail, pero sé que si quieres, me puedes encontrar en redes, porque estamos conectadas.
    Un abrazo y hasta pronto.

    • Julia junio 27, 2018

      Hola Eli,
      Muchas gracias por tus palabras. Estaré encantada de tomarme un café contigo, charlar y seguro que de ahí surgirán sinergias.
      Mi email: info@juliademiguel.com Nos escribimos por email y quedamos, te parece? un fuerte abrazo y de nuevo, Gracias! Julia

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