
Acompañándoles a conectar con su Don
Una de las cosas que más me gusta de mi trabajo es acompañar a chicos y chicas en ese camino hacia el re-conocimiento de lo que realmente son. La inteligencia emocional, la comprensión de lo que sienten, para qué lo sienten, es el punto de partida. Cuando ven la auténtica función de las emociones en su vida, se abre ante ellos un mundo de posibilidades, de comprensión hacia lo que son, hacia lo que hacen, surgen preguntas, se rompen barreras, esas que realmente no existían, tan sólo eran reales en su mente.
Me acerco a ellos y ellas desde muchos ámbitos: bien porque están preparándose para acceder al mercado laboral a través de cursos concretos, o están en la universidad estudiando una carrera, o terminando el bachiller…o porque están en algún programa de apoyo al estudio… En un primer momento, cuando les abres las puestas a este mundo de emociones, suelen extrañarse, incluso no darle importancia…hasta que poco a poco conectan con sus emociones, bajas con ellos al cuerpo para que se sientan y es entonces cuando comienza un acompañamiento precioso hacia su esencia.
Y mi trabajo básicamente consiste en hacer preguntas. Nuestros chicos y chicas no están acostumbrados a que nadie les pregunte y ellos, tampoco se hacen preguntas. O más bien, sí se las hacen, desde un lugar muy muy adentro y el problema es que las respuestas a esas grandes preguntas, no aparecen o que vienen de la mente: son las respuestas ya escritas por la sociedad, las creencias, limitaciones y prejuicios del mundo alrededor del cual viven.
Y creo que esto es lo que no está presente en la escuela, en la familia…a nuestros hijos e hijas no les acercamos a esas grandes preguntas que son como flechas amarillas que te van guiando en el camino de tu vida. Esas flechas que te llevan hacia dentro, que ye van señalando por dónde encontrar las respuestas, esas que son genuinas, auténticas, tan sólo válidas para ti, que te acercan a quien realmente eres y dan sentido a tu vida.
¿Y qué preguntas son esas? Son las preguntas del para qué: ¿Para qué estoy estudiando? ¿Para qué esta carrera, este módulo? ¿Para qué sirvo? ¿Para qué estoy en este mundo? Son preguntas que ni tan siquiera nos planteamos que nos hagan, porque nos da miedo como padres, madres, profesores responderlas…quizás porque ni siquiera sabemos la respuesta. Y es que no nos compete a nosotros darles las respuestas. Esas respuestas se las tendrán que dar ellos mismos, son respuestas únicas que sólo ellos y ellas como seres únicos y genuinos podrán responder, nosotros podemos acompañarles a seguir sus flechas amarillas. Y acompañar es eso, estar a su lado, sostener y lo más importante, hacerlo Sin juicio.
El problema es que no les dejamos hacerse preguntas, porque nosotros, adultos, hemos vivido todo lo que ellos están viviendo ahora, y tan sólo por eso creemos que tenemos las respuestas a todo. Eso por un lado, por el otro, nos da miedo verles perdidos y para evitar ese miedo, les damos las respuestas. Son muchos los cursos y formaciones dirigidos a padres, madres para “motivar a sus hijos” para que salgan de esa desmotivación, desilusión…
Cuando si realmente entendiésemos que la desilusión es muchas veces la primera flecha amarilla hacia ese re-conocimento de lo que son, hacia ese camino que les llevará a encontrar su propias respuestas, entonces, en vez de agobiarnos por verles así, les permitiríamos ese espacio que necesitan, sin juicio, ni reproches. Y no sólo es necesario, sino que es importante que lleguen a ese punto de desilusión. Es consecuencia de comenzar a ver el mundo, su mundo, no con los ojos de sus padres, ni con los de los profesores, sino que comienzan a verlo con sus ojos. Y en esa mirada genuina, comienzan a caerse pilares construidos con las creencias y juicios de las personas que hasta ahora han sido referentes. De repente se ven sin certezas porque ya no les valen las nuestras. Y aquí hay dos caminos: o seguir los deberías, tienes qué, es lo que toca…de la gente que tiene y “dicen” que saben lo que es bueno para él o ella…(y lo hacen porque no saben ni por dónde empezar a buscar respuestas, porque nadie les ha enseñado a vivir en la cuerda del “no sé” durante un tiempo, porque siempre le han marcado un camino a seguir y ahora no se encuentran preparados a dejar a ese guía que todo lo sabe sobre él o ella) así que o siguen este camino o comienzan un camino de búsqueda hacia dentro que inevitablemente lleva a la introspección, a la mirada hacia dentro, a la desmotivación. Desechar todos esos motores externos, que ya no le mueven y comenzar la búsqueda hacia ese motor de potencia incalculable que está dentro de él, de ella. El motor que hace que te muevas por la vida desde la fluidez, la creatividad, la autenticidad y la alegría de vivir.
Para encontrar este motor hay que mirar hacia dentro, hay que dejar que ellos y ellas respondan a sus preguntas…pero necesitan nuestra compañía, nuestro sostén.
Me entristece a veces ver cómo muchos de estos chicos y chicas eligen carreras, formaciones que nada tienen que ver con aquello que les entusiasma y les acerca a su don. Y todos y todas tenemos un Don. Un don es un regalo. La vida nos regala un don. Y cuando vivimos a través de ese don, la vida es fácil y fluida. Y es precisamente por eso, por lo que la mayoría de las personas no vivimos conectados a ese Don. Porque hay aún una cultura del esfuerzo tan arraigada en todos y cada uno de nosotros, que ya desde pequeños, ese don que aflora aún con más naturalidad y evidencia y de la misma manera que aflora, en la mayoría de nosotros, se desestima, lo desvaloramos, porque es algo que nos sale sólo, que no cuesta esfuerzo. Y lo que hace a una persona válida, referente, es el esfuerzo.
Por eso, cuando un niño o niña va mal en matemáticas, química, lengua…etc. ¿qué hacemos? Le “castigamos” con quitarle de la música, el deporte, baile, el dibujo, la fotografía….en definitiva, de eso a lo cual acude feliz, que disfruta enormemente, que no le cuesta nada, más bien, aquello en lo que puede expresar lo que es, que le conecta con sus flechas amarillas. Y nosotros, que tenemos claro que primero es la obligación, el esfuerzo, lo que hacemos es dejarle sin su motor. Les desconectamos del motor del entusiasmo, ese que mueve el mundo, ese que hace que vivamos la vida desde el disfrute, ese que nos lleva a vivir desde la creatividad, la genuinidad, la alegría.
Y como consecuencia de todo esto, dejamos a un lado nuestro Don, para comenzar a vivir una vida basada en el esfuerzo. A eso que nos sale fluido, fácil, no lo damos valor, tan sólo es un hobby que cuando tengamos tiempo, allá por la jubilación, ya podremos darle espacio, mientras tanto, queda aparcado o para las vacaciones de verano. Y nos extraña luego que vivamos agotados, cansados, desilusionados. Claro, llevamos motores de tan baja potencia, que vamos fundidos por la vida. Reservamos el motor premiun, ese de gran potencia para qué se yo cuando, en muchos casos, ni siquiera sabemos que le tenemos disponible.
Las personas que viven conectadas a su Don son quizás las que más horas trabajan, las que dejan de ver una línea de separación entre vida personal y profesional, porque para ellas vivir desde su Don no es trabajo, es el para qué de su vida. Se entregan a ello con entusiasmo, amor, alegría. Y ese motor las llena de vida. Por eso, desde aquí no hay espacio para el esfuerzo. El esfuerzo es la energía del no me lo merezco y por ello sigo y sigo, cuanto más me esfuerce más me valorarán…
Lo opuesto a esfuerzo no es la vagancia o la dejadez, es la fluidez, la ligereza. El esfuerzo conlleva lucha, sacrificio, cansancio. La fluidez, entusiasmo, alegría de vivir. Es mucho más inteligente y funcional vivir desde lo fácil y fluido que desde el esfuerzo, al obligación, los debería y los tengo que.
¿Y cómo acompañar a las personas a encontrar su don? Conectándoles con aquello que les encanta hacer. Cuando pregunta a estos chicos y chicas qué les encanta hacer y les pones freno a sus “peros”, ser testigo de la luz que sale de sus ojos cuando cuentan lo que realmente disfrutan haciendo…es un regalo. Puedes ver cómo se conectan con su entusiasmo, cómo brillan sus ojos, cómo su cuerpo se estira, como su boca se torna en una sonrisa maravillosa. Y poder ver y sentir la fuerza, el potencial que cada uno de esos chicos y chicas desprenden desde ahí. Es todo un espectáculo, un regalo inmenso.
Seguir las flechas amarillas a veces es un camino que no atiende a la lógica de nuestra mente. Te lleva por caminos que a veces no responden a un porqué…más bien a un para qué. Esas flechas llevan la marca del disfrute. No hay un resultado concreto. Son esas flechas con un punto de locura…de pasión. Muchas veces dejamos de hacer aquello que nos encanta o ni siquiera lo intentamos o dejamos a nuestros hijos e hijas hacerlo porque no tienen un resultado a la vista, porque eso que quieren hacer “no tiene salidas” “ni futuro”, es un entretenimiento o les aleja de lo que de verdad vale y cuesta. Y la vida, la vida es esfuerzo y eso es lo que vale. Tenemos que centrarnos en ello y dejas los hobbis y el disfrute para luego. Y así dejamos de ver flechas amarillas, ni siquiera las buscamos porque creemos que en vez de guiarnos, nos pierden o confunden. Las flechas amarillas están libres de “deberías, tienes que, yo a tu edad…yo sé mucho más de la vida que tú (que digo yo, sabrás de la tuya, que es la que estás viviendo, pero de la de los demás….). Las flechas amarillas te llevan a encontrar tu sabiduría, la que está dentro, la que sale de tu voz, tu sentir, tu corazón. Aunque para nuestra mente pequeña y con mirada miope el siguiente paso siguiendo esa flecha no tenga sentido, permite a tu hijo/a, permítete a ti seguirla, es el camino del entusiasmo. Es el camino de los que llamamos locos porque siguen sus locuras, esas que hacen que nos salgamos del rebaño y conectemos con la sabiduría de nuestro corazón.
Y esto no es sólo un camino para los chicos y chicas, sino que nunca es tarde para comenzar esta búsqueda hacia dentro, para vivir desde nuestro DON. Nunca es demasiado tarde para la VIDA con mayúsculas.
Y el mundo necesita personas que aporten su DON, que respondan y busquen soluciones genuinas, creativas, expansivas. Porque todo aquello que se crea desde el talento, es inclusivo, auténtico. Son ideas y propuestas que no separan, ni crean guerras, odio, pobreza, envidias, sino que hacen y crean un mundo de colaboración, abundancia, creatividad, amor.
¿Apostamos por el talento, por vivir desde nuestro DON, por el entusiasmo, por la vida fácil y fluida?
Vivamos conectados y conectemos a nuestros jóvenes a la energía del entusiasmo, a la alegría de vivir.
¿Por qué no convertirlos (nos) en buscadores de flechas amarillas?